Tablero de ajedrez
Cuando me pongo en frente de un tablero de ajedrez, me doy cuenta que la vida en sí misma, es un tablero de ajedrez. La sociedad, puede conformarse con ser solamente un simple peón de la partida social.
Para ello, dispone de la opción de condenarse a ejecutar movimientos repetidos por el globo terráqueo durante el periodo de tiempo del que consta la partida vital. Por el contrario; puede ser coherente, e incluso responsable de la parte del compromiso que mantiene con la humanidad. En cada movimiento, en cualquiera que sea el lugar en donde se halle, tiene la posibilidad de actuar completamente en libertad a la hora de expresar los sentimientos hacia los demás.
La capacidad de raciocinio, el desarrollo de cualidades para ser la especie más fuerte, el lenguaje, la expresión artística, e inclusive la capacidad de vivir en sociedad que nos hace que seamos sencillamente humanos, se desmorona delante de nuestra vista.
Se desvanece la generosidad de mirar a la persona que está más próxima a nosotros, y en el caso que necesite de nuestra ayuda, brindarle la mano. Se está rompiendo la empatía de situarnos en el lugar de la otra persona. Hemos sido capaces de hallar un espacio desde nuestra zona de confort, la cual, no nos exige implicarnos con el resto del mundo, y, además, tenemos la habilidad para destinar los mínimos recursos afectivos. ¡Cuánto erramos ahora al permanecer imperturbables por lo que acontece en el mundo! Sí. En el espacio que se encuentra a una cantidad numerosa de kilómetros, y de la misma manera, en el territorio, al cual, salimos a mover las piezas de nuestra vida cada día.
Si rompiéramos la barrera, y fuéramos valientes por salir de la desafortunada zona de confort. Seguramente nos daríamos cuenta de la infinidad de hechos que realmente merecen que apostemos por ellos, los cuales, no ocurren en otro lugar más que a cien metros de donde nos ubicamos. Ese lugar, y esos sucesos que se activaran de un modo automático en cada uno de nuestros cinco sentidos en el momento que recordemos dónde estuvimos en ese instante, y con quién; ya que. De otra parte cuando estos pensamientos nazcan de nuevo en nuestro interior se transformaran en espinas que relucirán en el corazón cuando miremos a este mundo inhóspito y pensemos el número de veces que estuvo en nuestras manos realizar un sencillo gesto para cambiar el rumbo de esta sociedad; y cuando de otro modo, preferimos girar la mirada a otro lado. Entonces, ya no dispondremos de la ocasión de regresar al pasado. Ahora es el momento de pensar en el valor que atesora ver a un chaval sonreír, contribuir en la educación para el desarrollo de una vida independiente, además de ser parte activa a la hora de labrarse un futuro profesional, sin obviar también la manera de educarles para relacionarse con las demás personas. Pongámonos en el lugar de cuántos padres han batallado para que la inclusión social forme parte de una realidad. Y preguntémonos: ¿Por qué hemos de contemplar a una persona triste, sin educación, y a penas sin tener opciones para gozar de las habilidades y de las destrezas de comunicación y afectivas? Desde el silencio de la familia, este acontecimiento produce un profundo dolor.
A pesar de todo lo manifestado. Aún podemos despedazar el tablero que coarta al mundo. Está en nuestras manos instaurar una humanidad mejor. No somos máquinas, ni tampoco formamos parte de un conjunto de muñecos movidos por hilos u otros procedimientos mecánicos. Si nuestros corazones anhelan evolucionar los hábitos repetidos, poseemos la mayor fuerza motriz que mueve el planeta: las ganas y el alma. En el preciso instante que rompemos con los parámetros de la monotonía, todo se transforma es un novedoso y maravilloso desarrollo social. Si bien nos parece imposible. Ya hemos sido parte de ese cambio cuando gozamos de la certeza que merece la pena arriesgarse a trabajar por mejorar los innumerables aspectos de la vida de un número importante de personas, a quienes otros ven como desemejantes.
Nos han educado en la victoria y también en la derrota. Sin embargo, la prioridad de esta partida en forma de palabras, no es más que aquella que nos haga crecer como personas. Hemos de ser capaces de dejar que nuestros hijos jueguen y se relaciones con otros niños de capacidades diferentes. De la misma manera que los adultos deben de aprender a abrir su círculo social a otros adultos con capacidades también diversas. La vida está compuesta de multitud de situaciones y circunstancias dispares. Tenemos el deber de normalizar todo cuanto nos han educado socialmente a que no correspondía a lo «normal». Siempre marcando parámetros erróneos. Nos debemos a nosotros mismos, y también le debemos a la sociedad, realizar actos extraordinarios con nuestras vidas. Si ninguno de nosotros empezamos, no seremos nunca un ejemplo para el resto de la humanidad. Sin lugar a dudas, no será fácil, e incluso puede que nos cataloguen de chiflados. Sin embargo, todo cuanto hagamos efectivo ahora, será el legado para generaciones venideras. El resto del mundo debe de tomar conciencia de lo importante que supone en la vida compartir. Hagamos que al menos, esa lucha de concienciación social de tantos padres, no haya dejado solamente heridas en sus almas por la impotencia de no haberse visto en ninguna ocasión correspondidos por la sociedad. Salgamos al exterior, y movamos las piezas de la sociedad, con la misma libertad que lo haría la reina en el tablero de ajedrez. Merece la pena. Las personas merecemos la pena. Jaque mate a la no inclusión, y al respeto de la diversidad social.
No olvides: LA INCLUSIÓN Y LA DIVERSIDAD SOCIAL, ES MÍA, Y TAMBIÉN TUYA.
¡¡JUNTOS SUMAMOS, Y CUANDO DIFERENCIAMOS RESTAMOS!! ¡ÚNETE!